How happy is the blameless vestal’s lot! The world forgetting, by the world forgot. Eternal sunshine of the spotless mind! Each pray’r accepted, and each wish resign’d.
Microcuento
Con el pánico impregnado en el cuerpo y un sudor frío la punta de mis dedos y la palma de mis manos, levanté el tubo del teléfono. Una atmósfera de intriga y desesperación se percibía fácilmente en mi casa y me siento infinitamente culpable de ser “yo” la raíz de todo ese miedo y preocupación general. Me siento enteramente culpable de ser yo, ¡yo! Antonio Gómez, el imbécil que dejó que se llevaran a mi hermana.
13 de abril del 2004
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