Los que vamos a morir te saludan


Alguna vez me encontré en la cima de uno de los reinados más extensos de este mundo. Eran otros tiempos, era otro continente. Clavé mi espada e incrusté mi puño en más de mil cuerpos defendiendo mi puesto y a mis hombres. Mi ego se bañaba en la sangre del enemigo, mi codicia se alimentaba de la fortuna de los otros hasta hacer de ellos pobres mendigos. Sentí la gloria al ver los rostros de quienes nos temían y admiraban a la vez. Tuve grandes maestros que me enseñaron, más que a sobrevivir, a pelear por honor. De a poco construí una alianza de increíbles caballeros de distintas virtudes, quienes me fueron fieles hasta el último momento, cuando sus gargantas ya no desterraron la desesperanza del campo de batalla con su grito de guerra. Mi mayor sentimiento de gratitud por haber peleado codo a codo con ellos. Estuvimos tan cerca de ser los mejores, invencibles, inolvidables; pero muchos cayeron en las tinieblas y aunque sus nombres no serán olvidados, no pude seguir adelante sol con recuerdos y fui capturada por negligentes ignorantes para pelear por diversión de otros dentro de un circo de ilusión.
¡Ave, Cesar, morituri te salutam! Me oí decir, e incliné mi orgullo al vacío solo por salvar mi vida. Cuándo ya no soporte la humillación de que mi vida dependiera de un pulgar, luego de haberme salvado tantas veces solo por saber matar morbosamente, huí. En un barco repleto de hombres con cara de pocos amigos, encontré la libertad extendiéndose de en todo mi plano visual con azules puros y celestes calmos. El océano, tan inmenso e imponente, a quien vencí mas de una vez en difíciles batallas de tormentas y vientos feroces, me devolvió a mi misma. Supe que quería volver a ser invencible, temida por los otros, rodearme de leales compañeros para volverá construir un inmenso y poderoso reino y aquí estoy, nuevamente, en otro lugar, en otro tiempo…. Luego de haberme ocultado en penumbras con la mirada puesta en el piso donde yacían mis sueños, vuelvo a renacer. No permitiré que nadie mas ate mis manos ni mi espada, nadie volverá a ser mi dueño. Aparecí de las cenizas con un único propósito: ser la mejor.

Tomo mi bolso y dejo a mi esposo, a mis hijos, al perro. A los platos que debería estar lavando, a los pisos que necesitan ser lustrados, al baño que le hace falta un repaso, a las ventanas cubiertas de polvo al igual que los posillos del mueble de la cocina. Busco un nuevo comienzo en otra ciudad, un loco amor de adolescentes que me haga sentir viva de nuevo, calles mas tranquilas y menos transitadas… me arriesgo, dejo todo aquí y realizo el cambio o, al menos, sueño con ello. Por ahora, solo voy a hacer las compras.

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Aparto las sombras e irrumpo en la oscuridad con la fuerza de mil colores y otros tantos que pronto te haré mirar. Soy calida para el amor, una romántica que busca eternas sonrisas y momentos de felicidad. Mi dulce canto es una plegaria enviada a la tierra de nunca jamás de donde algunos no han vuelto y otros seguro volverán. Hace millones de años, un único rayo de luz cayó del cielo junto a una gota de cristal en dirección a mi el día en que nací. Desde aquel entonces envuelvo mil colores en el cuerpo y me es imposible camuflarme en el mundo, el hombre con el correr del tiempo lo oscureció con un negro sofocante que no puedo desvanecer. Soy la excepción, la claridad y sentimientos de miles que cayeron en silencio.
La tarde, gris. Las nubes bajas, alimentadas por el humo de la contaminante ciudad y sus corceles de chapa. La gente: abundante, apresurada, moderna, gris también, porqué no? Las bocinas, el silbato del hombre de seguridad, los tacos, las quejas de algunos irritados…. Son sonidos que crean el ambiente urbano junto con los negocios y los altísimos edificios en esta jungla de cemento, tan altos que nos privan de ver la luz natural. Parado en una esquina bajo la sombra del más alto de ellos, me sentí agobiado. Alcé los ojos y enfrenté al gigante que entristecía mis días despidiendo fuego de mi mirada. Luego de unos segundos de proyectar mi hastío en su fría silueta geométrica, el monstruo de piedra estalló en mil pedazos, dejando ver un portal hacia el sol, tan anaranjado y hermoso… Algunos escaparon conmigo entre los escombros hacia él. Otros, sin embargo, atrapados por al inercia de sus rutinas, permanecieron indiferentes a este increíble suceso, como soñando despiertos que las cosas eran diferentes. Cobardes! Le temen a lo distinto, a los colores. Persisten con su mundo en blanco y negro.


23-03-2007