El Paraguas

Nací de otoños lluviosos y de sueños que no querían perder a su dueño. Me agrada perderme por las tardes anaranjadas que parecen a punto de entrar en un descanso eterno y volar en dirección del viento. Veo parejas de ancianos tomados de la mano y me recuerdan a mi primer amor, aquel que parecía; nunca acabaría. Fue por culpa de su perro Beagle que comenzó a ladrar muy cerca de mí de repente sin darme tiempo a esconderme y ella, una tarde de Abril, me encontró. En realidad, cada tanto me dejo encontrar por algunas personas para acompañarlas y viajar con ellas por un rato, luego me desprendo de sus manos dejando que el viento me vuelva libre. Nunca me gusto tener un dueño que me arroje tras la puerta de su casa o en algún rincón sucio y frío donde la luz llega con suerte, pero ella era especial. Supe que me quería ni bien me vio por primera vez. Yo tenía un agujero en uno de mis lados pequeño pero importante, había desviado la intención de recogerme que tuvieron algunas señoras pero no de María. Ella se agacho junto a mi, bajo un árbol del parque Saavedra una día gris donde solo me acompañaban las familias de gorriones que en el vivían, acurrucados unos contra otros para protegerse de la llovizna entre las pocas hojas. Me miro con sus ojos de mar por un rato como si yo le recordara a alguien. Observo mi herida y luego de unos segundos, sonrió. Me cargo en sus brazos y me llevo hasta su casa donde me remendó con un parche de tela escocesa que nunca creí que me quedaría tan bien, luego me colgó de la ventana de su habitación para protegerme de sus hermanos que siempre le usaban todo y puso para oír un disco de Sabina con Fito increíble.
Con María salíamos a recorrer la ciudad en bicicleta. A veces soltaba el volante y nos dejábamos caer por las calles en bajada cuando el asfalto no estaba mojado. Hasta en los días de sol me llevaba con ella a veces a leer poesías mientras Limbo corría con otros perros otras, simplemente, a la puerta de su casa mientras conversaba con algún vecino y le convidaba mates. Siempre me dejaba en el mismo lugar al volver, en la ventana, donde bien podía observarla dormir con la luz de la luna haciéndonos una silenciosa compañía hasta que una noche María me llevo a pasear sin que sus padres lo supieran. Completamente mudos salimos por la puerta y nos fuimos a la esquina. Había mucho viento recuerdo, yo no quería que sus manos me soltaran y esperaba a que me agarraran con fuerza pero ella me olvido al momento que un chico se acerco para abrazarla y darle un beso en los labios. Me dejo caer en la vereda y yo me deje volar para no verla mientras se quedaba con el. No sé si volteo para buscarme, si corrió algunos metros tras de mi solo sé que nunca más la volví a ver y sus sueños se perdieron de su cabeza para convertirse en amor y compartirlo con alguien más.