A mi corsel


Mi caballito de hierro, te perdí. Te apartaron para siempre de mi lado. Hoy en mi salón entro pateando las sillas y me siento con toda la bronca y lágrimas en los ojos, a recordar. ¡Cómo vibrábamos bruscamente sobre el empedrado de las calles viejas de nuestra ciudad! Aquella que recorrimos juntas sobre tus delgadas ruedas semi de carrera. El verano pasado (hace ya cuatro años, en relación al tiempo en que escribí el texto) yo sentada en tu parrillita cantando en una noche de calor y Anita al volante, siguiéndome con la letra. Ella te manejaba bien, ¿no? Sabía como llevarme en vos y se aguantaba los caminos más largos… pero claro, como no iba a lograrlo con tus seis cambios y lo liviana que eras. Así todo era más fácil y las distancias, siempre se volvían mas cortas.

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