PIEDRAS

Cada vez que me lastiman o me lastimo a mi misma, siento que abro mi pecho, meto una piedra grande y dolorosa adentro, lo cierro y la dejo ahí. Y me duele al respirar y al no hacer nada. Me pesa un poco más cada vez que meto una piedra nueva y después un poco menos y asi siempre, mi cuerpo se fue acostumbrando a vivir con ellas. A veces trago piedras, bajan lento muy lento por mi garganta y se quedan en el pecho cuando no digo las cosas que quisiera decir.

 A veces me pregunto porque no puedo ser feliz como las demás personas, porque cada vez que veo una escena romántica de mi serie favorita en lugar de emocionarme se me llena el pecho de piedras, por qué cada vez que veo una declaración de amor profunda o de matrimonio me siento más infeliz que nunca… Es difícil imaginar cuantas piedras lleva dentro cada persona y hasta con cuantas piedras es “normal” vivir pero si descubrí que la mejor forma de alivianarme un poco: a veces, después de cerrar mi pecho y permitir brotar unas pocas lágrimas, imagino otra vida: la veo como a una película, casi que hasta la toco y puedo olerla. Y me dejo llevar entre esos pensamientos que dibujan hasta pequeñas sonrisas en mi rostro y vuelvo a sentirme más liviana y normal, hasta un poco feliz. He imaginado cosas para mi personaje que creí que nunca imaginaria y me llenan de calma, por lo que es difícil discernir entre el y mis verdaderos deseos; entonces entendí que lo que más me hace falta en esta vida es poesía y que solo con ella todo lo demás llega y se va solo, como las piedras.