Es tan difícil abstraerse, con los años, y llorar letras, empapar con palabras y mojar los rostros de las hojas con textos maravillosos, oscuros, reales o fantásticos.

Cuando los sueños se transforman en ordenes que salen de la boca a gritos, cuando el calor que nos invade ya no se transmite en sexo sino que es una impura calentura, una mera malformación extrema de ira.

Cuando ya no nos sentamos a hablar con uno mismo, a divagar en soledad por nuestros dos mundos. A embarrarnos en los jardines de la locura y gozar con las llamas de la oscuridad.

Cuando el silencio se convierte en una mano pesada que ahoga con todas sus fuerzas un "te amo" o un "perdón".

 ¿Cómo volvemos a acariciar suavemente a nuestra humanidad para que no nos devore en cualquier descuido?