A veces los malos momentos nos permiten desmantelar realmente a una persona
La vemos entera, pura, en bruto.
Tal cual es,
Sin encantamientos ni disfraces...
Pero otras veces, las personas se nos presentan
Se nos imponen
Se nos revelan
Y nos invaden
Como también, realmente son,
En el casi inmediato momento después del mal momento,
Cuando intentan remediarlo.
Al despejar su bronca, su dolor a un segundo plano,
Nos muestran lo capaces que son por nosotros,
Lo humanos,
Lo sensibles,
Lo reales que son.
No son buenas las primeras impresiones
Ni las que se obtienen en momentos limites:
No siempre.
Una segunda mirada, una segunda lectura, otra oportunidad
Apreciar desde otra perspectiva lo que nos estan mostrando
Y como cambia, como se transforma, su contenido...
A veces hay que amar sobre todo
Sin abrir tanto los ojos.
La personaa la que le cuesta pedir perdón y lo hace
Tiene mayor peso que la que lo pide por costumbre.
En el momento de hacerlo.
La persona que puede amar a pesar de todo
Se merece todo.
La persona que puede enterrar su dolor y seguir adelante,
La persona que no deja de entregar y entregarse,
Es increible
How happy is the blameless vestal’s lot! The world forgetting, by the world forgot. Eternal sunshine of the spotless mind! Each pray’r accepted, and each wish resign’d.
jueves, 18 de noviembre de 2010
sábado, 4 de septiembre de 2010
La palabra que no existe
Oigo una palabra que no existe.
Sale de unos labios
Que sueltan la voz mas dulce de este mundo,
Pero ellos tampoco existen.
Oigo una palabra,
Alguien que me llama desde otra habitación
Mientras estoy lavando los platos
O preparando la comida,
Solo para mi
Y juro,
Por cada día que se desnuda
Para convertirse en noche
Bajo la oscuridad,
Que, en soledad,
Mi imaginación es tan fuerte
Que parece querer asesinarme.
Yo no puedo escuchar
Porque mi sentido de la audición
Lo perdí junto a los otros
Y los pedazos de mi alma.
Todos abandonaron mi cuerpo
Y su ausencia se percibe
Tan intensamente
En presencia de nadie más
Que los restos de mi.
Yo no puedo escuchar,
No puedo ver,
No puedo acariciar,
No puedo oler el perfume de los cabellos
Ni degustar las lagrimas
De quien porta la voz mas dulce del mundo.
Imagino esa palabra que no existe,
Imagino su voz,
Sus ojos,
Sus pasos,
Sus risas,
Sus llantos,
Su aroma,
Su pelo,
Sus ropas,
Sus sueños,
Sus juguetes...
Imagino,
Lo imagino,
Porque no existe
Y sin embargo,
Lo amo tanto.
Lo imagino,
Imagino,
Que me dice mamá.
Sale de unos labios
Que sueltan la voz mas dulce de este mundo,
Pero ellos tampoco existen.
Oigo una palabra,
Alguien que me llama desde otra habitación
Mientras estoy lavando los platos
O preparando la comida,
Solo para mi
Y juro,
Por cada día que se desnuda
Para convertirse en noche
Bajo la oscuridad,
Que, en soledad,
Mi imaginación es tan fuerte
Que parece querer asesinarme.
Yo no puedo escuchar
Porque mi sentido de la audición
Lo perdí junto a los otros
Y los pedazos de mi alma.
Todos abandonaron mi cuerpo
Y su ausencia se percibe
Tan intensamente
En presencia de nadie más
Que los restos de mi.
Yo no puedo escuchar,
No puedo ver,
No puedo acariciar,
No puedo oler el perfume de los cabellos
Ni degustar las lagrimas
De quien porta la voz mas dulce del mundo.
Imagino esa palabra que no existe,
Imagino su voz,
Sus ojos,
Sus pasos,
Sus risas,
Sus llantos,
Su aroma,
Su pelo,
Sus ropas,
Sus sueños,
Sus juguetes...
Imagino,
Lo imagino,
Porque no existe
Y sin embargo,
Lo amo tanto.
Lo imagino,
Imagino,
Que me dice mamá.
viernes, 30 de julio de 2010
Ella y su beso del diablo
Si te descuidas ella te enamora
Si no le prestas atención, tú te la perderás
Si la cuestionas ella no va a reprocharte,
Solo te verá desde el otro lado de la puerta
Pero si la admiras, ella te enloquecerá
Nunca se sabe bien que podrá ser con ella
Aunque todos sabemos a donde quiere acabar
Se pierde en el camino y toma otros rumbos
Siempre esperando llegar,
Llegar al mismo lugar.
Si nunca ha mojado tus perversiones
Es porque nunca la viste de espaldas
Y si has estado entre sus garras
Sabrás de que hablo cuando pienso que es la mejor
Ella es dueña de un puñado de sueños rotos
Cree que son su mejor canción.
No intentes arrebatarselos nunca
Porque por más que esten rotos
No dudará en arrancarte los ojos
Si es que quieres robarselos.
Vive amarrando esos pedazos de vidrio en sus manos
Con cuerdas gastadas de esperanza
Pero cuando se libera de sus amarres
Suele caminar muy bien
Y si ha escojido un objetivo
Lo acaricia aún mejor
Y es que a esta chica de ojos tristes
Y corazón blando
Maldigo el día en el que lo supe
Dios!
Le enseño a besar el mismo diablo,
El mismo diablo.
Si no le prestas atención, tú te la perderás
Si la cuestionas ella no va a reprocharte,
Solo te verá desde el otro lado de la puerta
Pero si la admiras, ella te enloquecerá
Nunca se sabe bien que podrá ser con ella
Aunque todos sabemos a donde quiere acabar
Se pierde en el camino y toma otros rumbos
Siempre esperando llegar,
Llegar al mismo lugar.
Si nunca ha mojado tus perversiones
Es porque nunca la viste de espaldas
Y si has estado entre sus garras
Sabrás de que hablo cuando pienso que es la mejor
Ella es dueña de un puñado de sueños rotos
Cree que son su mejor canción.
No intentes arrebatarselos nunca
Porque por más que esten rotos
No dudará en arrancarte los ojos
Si es que quieres robarselos.
Vive amarrando esos pedazos de vidrio en sus manos
Con cuerdas gastadas de esperanza
Pero cuando se libera de sus amarres
Suele caminar muy bien
Y si ha escojido un objetivo
Lo acaricia aún mejor
Y es que a esta chica de ojos tristes
Y corazón blando
Maldigo el día en el que lo supe
Dios!
Le enseño a besar el mismo diablo,
El mismo diablo.
lunes, 19 de julio de 2010
Tostadas
Despierto. Ahora puedo oler tus tostadas, filtrándose bajo las cobijas de mi cama, dejando una huella de su perfume a cada centímetro de camino que recorre mi rostro en el aire mientras me desperezo. Ahora pienso en tus tostadas, esas que me daban la bienvenida en la cocina cada mañana al salir de mi perturbada habitación, que se ha vuelto menos perturbadora que el resto de la casa a raíz de tu ausencia. Siempre fuiste tan especial, luciéndote con esos pedacitos de madre, uno tras otro durante lo que duraba cada día. Nos hacías la cama al viejo, a mi hermana y a mi, siempre. Nos lavabas la ropa con jabón blanco y una tabla, a pesar de que hacía rato que se habían inventado aparatos para hacerlo por vos. Cada comida que nos preparabas era hecha enteramente por tus manos y aún así, tenías tiempo para tejernos ropa en invierno y llevarnos a pasear en verano. Nunca pedías nada a cambio, todo lo que ganabas nos lo dabas a nosotros hasta que te cansaste de recibir la quimioterapia y te fuiste a dormir una siesta para siempre, antes de tiempo para mi eterno parecer.
Hoy recuerdo tus tostadas má, tus cuentos de media noche, tus comidas, tus risas y sonrisas. Sé que te gustaría que siga adelante tragándome el dolor de tu perdida, que no te recuerde más de lo necesario y que salga todas las mañanas a estudiar y ganarme a mi mismo aún sin tus tostadas pero algunas mañanas se hace más difícil que otras. Hoy te recuerdo, hoy te extraño
Hoy recuerdo tus tostadas má, tus cuentos de media noche, tus comidas, tus risas y sonrisas. Sé que te gustaría que siga adelante tragándome el dolor de tu perdida, que no te recuerde más de lo necesario y que salga todas las mañanas a estudiar y ganarme a mi mismo aún sin tus tostadas pero algunas mañanas se hace más difícil que otras. Hoy te recuerdo, hoy te extraño
miércoles, 14 de julio de 2010
Malena no juega
Como todas las mañanas, mamá me ayuda a calzarme la mochila y abrocharme el guardapolvo luego de tomar el desayuno. Salimos de casa, me sube a su bicicleta y me lleva al colegio por las calles de tierra que se tejen entre las cuadras del barrio. Oímos alguna que otra bocina de coches de los vecinos y respondemos con un amable gesto de la mano y una sonrisa. Luego de hacer unas diez cuadras, mamá me baja de la bici, me da un beso en la mejilla y me voy corriendo a ver a mis amigos que me esperan en la entrada de la escuela para cambiar figuritas antes de entrar a clases.
Nosotros, los varones, en general estamos todos juntos en las escaleras del edificio, mientras que las chicas se dispersan en dos o tres grupos mas pequeños. A las ocho en punto suena la campana y todos nos vamos adentro, ahí es cuando llega ella. Tan silenciosa como mi papá cuando está en casa descansando, sube las escaleras, cruza el hall, camina por el pasillo y entra al salón y se sienta en su banco de adelante, contra la pared. No habla con nadie más que con la maestra. Al principio nos reíamos de ella porque no tenía amigos pero luego nos acostumbramos a su “ausencia” .
Es difícil prestar atención cuando Pedro me muestra, por debajo del banco, las figuritas que se compró. Yo no tenía ninguna de ellas así que me puse a negociar para conseguir al menos dos o tres de las suyas y no podía esperar hasta el recreo. No me faltaban muchas para completar el álbum así que las de Pedro, que se reía y me gozaba fastidiosamente, eran claves pero la maestra no lo entendía y nos callaba a cada rato. Volvió a sonar la campana y todos salimos al patio para disfrutar nuestro recreo menos ella, que se quedaba en su banco haciendo no se qué porque yo ya no estaba ahí para saberlo. Cuando se hicieron las doce sonó la última campana y nos fuímos cada uno para su casa. Era viernes y como de costumbre, mamá me dejaba ir a jugar al fútbol a la plaza después de tomar la leche, con los chicos de la escuela (ya que todos eramos del mismo barrio). Ahí, sobre la plaza, vivía la chica silenciosa y una de sus ventanas daba a la calle. A veces la veía observándonos detrás de sus cortinas, tan tímida. Yo no se porqué nunca viene a jugar con nosotros si vive sola con su padre, no tiene hermanos menores que cuidar. Su hermana mayor se había ido a vivir con el novio hacía varios años y nunca más la volví a ver, creo que ya no fue a visitarlos.
Esa tarde, Pablo pateó bien fuerte la pelota y no sólo le erró al arco sino que la clavo bien arriba de un árbol, era imposible bajarla así que tuvimos que suspender el partido. Algunos de los chicos se fueron a sus casas y otros nos colgamos de las hamacas donde estaban las chicas, organizando para jugar a la mancha. Eramos pocos: Julian, Pablo, Eugenia, Virginia y yo así que se me ocurrió invitar a la chica silenciosa.
-¿Cómo se llama?-pregunté
-Malena- me dijo Virgi- pero yo no la voy a ir a buscar. Andá vos que tuviste la idea.
-Bueeeno, voy yo
Crucé un cuarto de la plaza, la calle con cuidado porque a mi mamá mucho no le gustaba y llegué hasta la pequeña puerta de su casa, de una chapa descascarada y medio hundida como si la hubiesen pateado fuerte. Un perro empezó a ladrar de golpe, ni bien me paré frente a ella y podía ver como asomaba sus garras por debajo. Golpeé mis manos y una voz grave preguntó “¿Quién?”
-¿Está Malena?
La puerta se abrió y hombre alto, desprolíjo, con un olor fuerte y feo agarro al perro (que era un pastor alemán) por el collar y me habló de mal modo.
-¿Para qué la querés a Malena?
-Disculpa yo.. quería saber si..
-¿Si qué?
-Si podía salir a jugar con nosotros
-No nene! Malena no va a salir a ningún lado así que no vengas a buscarla mas y donde te vuelvo a ver por acá te suelto al perro
El hombre dio un portazo y yo me volví para la plaza con los chicos a jugar a la mancha hasta que se empezó a hacer de noche y mi mamá me vino a buscar para que no me volviera solo. Anduvimos juntos por las calles de tierra, yo pateaba algunas piedras hasta que las sacaba fuera del camino no se bien porqué. Quizás, sin darme cuenta, las estoy salvando de las ruedas de los autos para que no las pisen. No se porqué salvo a las piedras y no a los gorriones que alcanzo con mi gomera, no se porqué Pablo no puede hacer un gol pero si patear la pelota al árbol bien arriba, no se porqué a Pedro le tocan figuritas más difíciles que a mi ni tampoco porque la niña silenciosa no nos habla... Yo no se porqué a Malena no la dejan salir a jugar.
Yo no sé si Malena sabe que yo la llevaría a jugar conmigo todos los días y le hablaría cada mañana en el colegio para que se sienta bien y no esté tan sola.
Nosotros, los varones, en general estamos todos juntos en las escaleras del edificio, mientras que las chicas se dispersan en dos o tres grupos mas pequeños. A las ocho en punto suena la campana y todos nos vamos adentro, ahí es cuando llega ella. Tan silenciosa como mi papá cuando está en casa descansando, sube las escaleras, cruza el hall, camina por el pasillo y entra al salón y se sienta en su banco de adelante, contra la pared. No habla con nadie más que con la maestra. Al principio nos reíamos de ella porque no tenía amigos pero luego nos acostumbramos a su “ausencia” .
Es difícil prestar atención cuando Pedro me muestra, por debajo del banco, las figuritas que se compró. Yo no tenía ninguna de ellas así que me puse a negociar para conseguir al menos dos o tres de las suyas y no podía esperar hasta el recreo. No me faltaban muchas para completar el álbum así que las de Pedro, que se reía y me gozaba fastidiosamente, eran claves pero la maestra no lo entendía y nos callaba a cada rato. Volvió a sonar la campana y todos salimos al patio para disfrutar nuestro recreo menos ella, que se quedaba en su banco haciendo no se qué porque yo ya no estaba ahí para saberlo. Cuando se hicieron las doce sonó la última campana y nos fuímos cada uno para su casa. Era viernes y como de costumbre, mamá me dejaba ir a jugar al fútbol a la plaza después de tomar la leche, con los chicos de la escuela (ya que todos eramos del mismo barrio). Ahí, sobre la plaza, vivía la chica silenciosa y una de sus ventanas daba a la calle. A veces la veía observándonos detrás de sus cortinas, tan tímida. Yo no se porqué nunca viene a jugar con nosotros si vive sola con su padre, no tiene hermanos menores que cuidar. Su hermana mayor se había ido a vivir con el novio hacía varios años y nunca más la volví a ver, creo que ya no fue a visitarlos.
Esa tarde, Pablo pateó bien fuerte la pelota y no sólo le erró al arco sino que la clavo bien arriba de un árbol, era imposible bajarla así que tuvimos que suspender el partido. Algunos de los chicos se fueron a sus casas y otros nos colgamos de las hamacas donde estaban las chicas, organizando para jugar a la mancha. Eramos pocos: Julian, Pablo, Eugenia, Virginia y yo así que se me ocurrió invitar a la chica silenciosa.
-¿Cómo se llama?-pregunté
-Malena- me dijo Virgi- pero yo no la voy a ir a buscar. Andá vos que tuviste la idea.
-Bueeeno, voy yo
Crucé un cuarto de la plaza, la calle con cuidado porque a mi mamá mucho no le gustaba y llegué hasta la pequeña puerta de su casa, de una chapa descascarada y medio hundida como si la hubiesen pateado fuerte. Un perro empezó a ladrar de golpe, ni bien me paré frente a ella y podía ver como asomaba sus garras por debajo. Golpeé mis manos y una voz grave preguntó “¿Quién?”
-¿Está Malena?
La puerta se abrió y hombre alto, desprolíjo, con un olor fuerte y feo agarro al perro (que era un pastor alemán) por el collar y me habló de mal modo.
-¿Para qué la querés a Malena?
-Disculpa yo.. quería saber si..
-¿Si qué?
-Si podía salir a jugar con nosotros
-No nene! Malena no va a salir a ningún lado así que no vengas a buscarla mas y donde te vuelvo a ver por acá te suelto al perro
El hombre dio un portazo y yo me volví para la plaza con los chicos a jugar a la mancha hasta que se empezó a hacer de noche y mi mamá me vino a buscar para que no me volviera solo. Anduvimos juntos por las calles de tierra, yo pateaba algunas piedras hasta que las sacaba fuera del camino no se bien porqué. Quizás, sin darme cuenta, las estoy salvando de las ruedas de los autos para que no las pisen. No se porqué salvo a las piedras y no a los gorriones que alcanzo con mi gomera, no se porqué Pablo no puede hacer un gol pero si patear la pelota al árbol bien arriba, no se porqué a Pedro le tocan figuritas más difíciles que a mi ni tampoco porque la niña silenciosa no nos habla... Yo no se porqué a Malena no la dejan salir a jugar.
Yo no sé si Malena sabe que yo la llevaría a jugar conmigo todos los días y le hablaría cada mañana en el colegio para que se sienta bien y no esté tan sola.
miércoles, 9 de junio de 2010
Los que fuimos a morir te saludan
Alguna vez me encontré en la cima de uno de los reinados más extensos de este mundo, el de la gran cordillera que se pierde al sur y posee los cuatro climas. Eran otros tiempos. Clavé mi fal e incrusté mis balas en más de mil cuerpos defendiendo mi puesto y a mis hombres. Mi ego se bañaba en la sangre del enemigo, mi codicia se alimentaba de la fortuna de los otros hasta hacer de ellos pobres mendigos. Sentí la gloria al ver los rostros de quienes nos temían y admiraban a la vez. Tuve maestros que me enseñaron, más que a sobrevivir, a pelear por honor. De a poco formé parte una alianza de increíbles caballeros de distintas virtudes que me fueron fieles hasta el último momento, cuando sus gargantas ya no desterraron la desesperanza del último campo de batalla con su grito de guerra. Mi mayor sentimiento de gratitud por haber peleado codo a codo con ellos. Estuvimos tan cerca de ser los mejores, invencibles, inolvidables, dueños de lo que siempre fue nuestro; pero muchos cayeron en las tinieblas y aunque por mi sus nombres no serán olvidados, no pude seguir adelante solo. Fui capturado por negligentes ignorantes mientras peleaba sin sentido dentro de un circo de ilusión donde la mentira era que estábamos ganando esa guerra.
Incliné mi orgullo al vacío luego de que mi pierna derecha se desprendió de mi cuerpo al explotar una mina cerca mío. Soporté la humillación de mis propios jefes, tuve frío y miedo. En un helicóptero de hombres con caras largas y angustiadas, vi que la libertad se desvanecía en todo mi plano visual de azules puros y celestes calmos. El océano, tan inmenso e imponente me llevó a la realidad; tan inmenso como ellos y su poder, su jerarquía en este mundo. Ya no podría volver a ser invencible, temido por los otros, rodearme de leales compañeros para defender un inmenso y poderoso reino, todo estaba perdido, Malvinas solo fue un sueño. Aquí estoy, nuevamente, en otro lugar, en otro tiempo…. Luego de haberme agachado en penumbras con la mirada puesta en el piso ensangrentado donde yacían mis sueños y mis compañeros hasta que vinieron a buscarme. Como puedo, sigo en pie.
Incliné mi orgullo al vacío luego de que mi pierna derecha se desprendió de mi cuerpo al explotar una mina cerca mío. Soporté la humillación de mis propios jefes, tuve frío y miedo. En un helicóptero de hombres con caras largas y angustiadas, vi que la libertad se desvanecía en todo mi plano visual de azules puros y celestes calmos. El océano, tan inmenso e imponente me llevó a la realidad; tan inmenso como ellos y su poder, su jerarquía en este mundo. Ya no podría volver a ser invencible, temido por los otros, rodearme de leales compañeros para defender un inmenso y poderoso reino, todo estaba perdido, Malvinas solo fue un sueño. Aquí estoy, nuevamente, en otro lugar, en otro tiempo…. Luego de haberme agachado en penumbras con la mirada puesta en el piso ensangrentado donde yacían mis sueños y mis compañeros hasta que vinieron a buscarme. Como puedo, sigo en pie.
jueves, 15 de abril de 2010
El Paraguas
Nací de otoños lluviosos y de sueños que no querían perder a su dueño. Me agrada perderme por las tardes anaranjadas que parecen a punto de entrar en un descanso eterno y volar en dirección del viento. Veo parejas de ancianos tomados de la mano y me recuerdan a mi primer amor, aquel que parecía; nunca acabaría. Fue por culpa de su perro Beagle que comenzó a ladrar muy cerca de mí de repente sin darme tiempo a esconderme y ella, una tarde de Abril, me encontró. En realidad, cada tanto me dejo encontrar por algunas personas para acompañarlas y viajar con ellas por un rato, luego me desprendo de sus manos dejando que el viento me vuelva libre. Nunca me gusto tener un dueño que me arroje tras la puerta de su casa o en algún rincón sucio y frío donde la luz llega con suerte, pero ella era especial. Supe que me quería ni bien me vio por primera vez. Yo tenía un agujero en uno de mis lados pequeño pero importante, había desviado la intención de recogerme que tuvieron algunas señoras pero no de María. Ella se agacho junto a mi, bajo un árbol del parque Saavedra una día gris donde solo me acompañaban las familias de gorriones que en el vivían, acurrucados unos contra otros para protegerse de la llovizna entre las pocas hojas. Me miro con sus ojos de mar por un rato como si yo le recordara a alguien. Observo mi herida y luego de unos segundos, sonrió. Me cargo en sus brazos y me llevo hasta su casa donde me remendó con un parche de tela escocesa que nunca creí que me quedaría tan bien, luego me colgó de la ventana de su habitación para protegerme de sus hermanos que siempre le usaban todo y puso para oír un disco de Sabina con Fito increíble.
Con María salíamos a recorrer la ciudad en bicicleta. A veces soltaba el volante y nos dejábamos caer por las calles en bajada cuando el asfalto no estaba mojado. Hasta en los días de sol me llevaba con ella a veces a leer poesías mientras Limbo corría con otros perros otras, simplemente, a la puerta de su casa mientras conversaba con algún vecino y le convidaba mates. Siempre me dejaba en el mismo lugar al volver, en la ventana, donde bien podía observarla dormir con la luz de la luna haciéndonos una silenciosa compañía hasta que una noche María me llevo a pasear sin que sus padres lo supieran. Completamente mudos salimos por la puerta y nos fuimos a la esquina. Había mucho viento recuerdo, yo no quería que sus manos me soltaran y esperaba a que me agarraran con fuerza pero ella me olvido al momento que un chico se acerco para abrazarla y darle un beso en los labios. Me dejo caer en la vereda y yo me deje volar para no verla mientras se quedaba con el. No sé si volteo para buscarme, si corrió algunos metros tras de mi solo sé que nunca más la volví a ver y sus sueños se perdieron de su cabeza para convertirse en amor y compartirlo con alguien más.
Con María salíamos a recorrer la ciudad en bicicleta. A veces soltaba el volante y nos dejábamos caer por las calles en bajada cuando el asfalto no estaba mojado. Hasta en los días de sol me llevaba con ella a veces a leer poesías mientras Limbo corría con otros perros otras, simplemente, a la puerta de su casa mientras conversaba con algún vecino y le convidaba mates. Siempre me dejaba en el mismo lugar al volver, en la ventana, donde bien podía observarla dormir con la luz de la luna haciéndonos una silenciosa compañía hasta que una noche María me llevo a pasear sin que sus padres lo supieran. Completamente mudos salimos por la puerta y nos fuimos a la esquina. Había mucho viento recuerdo, yo no quería que sus manos me soltaran y esperaba a que me agarraran con fuerza pero ella me olvido al momento que un chico se acerco para abrazarla y darle un beso en los labios. Me dejo caer en la vereda y yo me deje volar para no verla mientras se quedaba con el. No sé si volteo para buscarme, si corrió algunos metros tras de mi solo sé que nunca más la volví a ver y sus sueños se perdieron de su cabeza para convertirse en amor y compartirlo con alguien más.
miércoles, 31 de marzo de 2010
La fiesta del disfraz
Serpientes de pluma de todos los colores se paseaban por el lugar. Engreídas, altivas, enroscadas en cuellos redondos cubiertos por un pliegue que se sacudía al vaivén de los agigantados pasos de baile. Las señoras espeluznantes con sus vestidos de raso y chiffon muy arriba de las rodillas, con sus encajes negros ahorcando las gruesas cinturas y brotando carcajadas de sangre por encima de los cuellos de plush. Las plumas que crecían como árboles filosos de sus cabezas… Ellas bailaban, reían, fumaban detrás de antifaces negros que sostenían con una mano y ambas, llevaban guantes. Las medias de red estrujaban sus piernas, los zapatos casi parecían explotar. Pero las señoras impactantes se reían y solo con ellas y no de ellas, reían también sus invitados: prestigiosos y elegantes hombres de la aristocracia que se veían tan sobrios, casi todos tan farsantes.
Bailaron y rieron, la servidumbre se encargo siempre de mantener llenas las copas de cristal Bebieron y fumaron, abasteciéndose a cada momento de estos vicios como invitados de la casa. Y es que en el salón de la señora Mildred Jones, todas las fiestas eran de adular. Las mujeres de la aristocracia se ponían en la piel de las hembras de burdel y los hombres se pavoneaban entre ellas a más no poder. El rojo sofocaba en el ambiente, se respiraba un exceso de perversión y sexismo y la servidumbre siguió abasteciéndolos toda la noche, alimentando al monstruo en su mismo infierno. Entre golpes de codos, insultos, alusiones a su supuesta “incompetencia”, ellos continuaron. Entre carcajadas y miradas de rechazo, con sus delantales blancos, las mozas como pequeñas lámparas en ese océano, un alivio de contraste; resistiendo. Hasta que la más joven de ellas, quien guardaba un secreto bajo su corsé para no perder su trabajo, tropezó con la gigante Mildred Jones quien imponente y furiosa, la empujo sobre unas sillas despectivamente dejándola caer sola, de espaldas, entre la multitud. Su cabeza golpeó contra una mesa y nadie se acercó a ayudarla, ni siquiera se fijaron en ella. El circo del horror siguió con su fiesta hasta que alguien, una voz, un grito advirtió a todos lo que estaba ocurriendo: la muchacha perdía sangre a borbotones de detrás de la nuca. Comenzó inocentemente para ir convirtiéndose en un charco extenso de color escarlata intenso. Los invitados debieron apartarse para no ensuciar sus lujosos zapatos, pero la sangre los persiguió por cada rincón del salón, bajo cada mesa, sobre cada silla, llegando a cubrir sus rodillas, sus cinturas… Las puertas y ventanas se habían cerrado y entre gritos y corridas desesperadas, la multitud quedó prisionera. Las mujeres quisieron pararse sobre algunos hombres, otros intentaron tirar las puertas abajo, romper lo vidrios, pero todo era inútil. El circo del horror había dado su última función. La luz de aquella joven termino devorándose todas las carcajadas y consumiendo al monstruo en su gran fiesta del disfraz.
Bailaron y rieron, la servidumbre se encargo siempre de mantener llenas las copas de cristal Bebieron y fumaron, abasteciéndose a cada momento de estos vicios como invitados de la casa. Y es que en el salón de la señora Mildred Jones, todas las fiestas eran de adular. Las mujeres de la aristocracia se ponían en la piel de las hembras de burdel y los hombres se pavoneaban entre ellas a más no poder. El rojo sofocaba en el ambiente, se respiraba un exceso de perversión y sexismo y la servidumbre siguió abasteciéndolos toda la noche, alimentando al monstruo en su mismo infierno. Entre golpes de codos, insultos, alusiones a su supuesta “incompetencia”, ellos continuaron. Entre carcajadas y miradas de rechazo, con sus delantales blancos, las mozas como pequeñas lámparas en ese océano, un alivio de contraste; resistiendo. Hasta que la más joven de ellas, quien guardaba un secreto bajo su corsé para no perder su trabajo, tropezó con la gigante Mildred Jones quien imponente y furiosa, la empujo sobre unas sillas despectivamente dejándola caer sola, de espaldas, entre la multitud. Su cabeza golpeó contra una mesa y nadie se acercó a ayudarla, ni siquiera se fijaron en ella. El circo del horror siguió con su fiesta hasta que alguien, una voz, un grito advirtió a todos lo que estaba ocurriendo: la muchacha perdía sangre a borbotones de detrás de la nuca. Comenzó inocentemente para ir convirtiéndose en un charco extenso de color escarlata intenso. Los invitados debieron apartarse para no ensuciar sus lujosos zapatos, pero la sangre los persiguió por cada rincón del salón, bajo cada mesa, sobre cada silla, llegando a cubrir sus rodillas, sus cinturas… Las puertas y ventanas se habían cerrado y entre gritos y corridas desesperadas, la multitud quedó prisionera. Las mujeres quisieron pararse sobre algunos hombres, otros intentaron tirar las puertas abajo, romper lo vidrios, pero todo era inútil. El circo del horror había dado su última función. La luz de aquella joven termino devorándose todas las carcajadas y consumiendo al monstruo en su gran fiesta del disfraz.
viernes, 12 de marzo de 2010
Ana salió corriendo al patio y cuando la mina entró, se fue sin querer volver nunca más. Se sintió una estúpida, una imbécil. Abrió su cartera y encontró que había gastado todo su dinero en la cerveza y los tequilas de anoche: aquél infeliz ni siquiera le había invitado un trago y ahora la había echado como un perro. “No vale nada ese tipo” pensó, “como fui tan estúpida para estar con él, encima que tiene novia…Pobre mina, debe tener unos cuernos enormes por un tipo que no vale la pena”
En una habitación de paredes color cereza, con más de 20 velas encendidas y los vidrios de las ventanas transpirando sexo, dos amantes se miraban a los ojos maravillados, jurándose amor eterno. Lo que a ella más la enamoraba de él es que al verlo creía estar poniendo su corazón frente a un espejo. El no dejaba de acariciar su cabello. Cada milímetro de su piel se encontraba ligado profundamente a cada hebra de su espesa cabellera al tacto, realizando un vuelo mágico, bordeando sus hombros con la espesura castaña y luego dejándolo caer sin dejar de tocarla o dibujando perfectos rizos en el aire con sus dedos rebotando entre risas y sueños.
--Fragmentos de "Mates y algo más"--
En una habitación de paredes color cereza, con más de 20 velas encendidas y los vidrios de las ventanas transpirando sexo, dos amantes se miraban a los ojos maravillados, jurándose amor eterno. Lo que a ella más la enamoraba de él es que al verlo creía estar poniendo su corazón frente a un espejo. El no dejaba de acariciar su cabello. Cada milímetro de su piel se encontraba ligado profundamente a cada hebra de su espesa cabellera al tacto, realizando un vuelo mágico, bordeando sus hombros con la espesura castaña y luego dejándolo caer sin dejar de tocarla o dibujando perfectos rizos en el aire con sus dedos rebotando entre risas y sueños.
--Fragmentos de "Mates y algo más"--
martes, 9 de febrero de 2010
La Reina de todas las chichas
Brillante sol
Calcina sin piedad
Su amor por la belleza,
Esta vez les jugó mal.
A lo alto me acerco a sus caricias
Desnuda en un rincón
Pero con cuidado,
Se cuando decirle que no.
La Reina de todas las chichas
En mi boca quiere bailar.
Me desea, la deseo
Y no importa el precio a pagar.
Su jugo es tan suave,
Su fruta toda una tentación.
Quiero morderla desafiante
Embriagada en su esplendor
Pero es tan terca, tan elegante,
Que cuando esta a unos centímetros de mis labios,
Antes de tocarlos,
Se va sin decir adiós.
Calcina sin piedad
Su amor por la belleza,
Esta vez les jugó mal.
A lo alto me acerco a sus caricias
Desnuda en un rincón
Pero con cuidado,
Se cuando decirle que no.
La Reina de todas las chichas
En mi boca quiere bailar.
Me desea, la deseo
Y no importa el precio a pagar.
Su jugo es tan suave,
Su fruta toda una tentación.
Quiero morderla desafiante
Embriagada en su esplendor
Pero es tan terca, tan elegante,
Que cuando esta a unos centímetros de mis labios,
Antes de tocarlos,
Se va sin decir adiós.
viernes, 15 de enero de 2010
El caminante- Poesia
El rueda el cemento con sus pies
El embarra las ilusiones con su sed
Se origina para si mismo
Un infinito nebuloso
Que ni el sol puede esclarecer
Porque si de incierto se habla
Así, su camino es.
El busca algo perdido
Después de tanto andar
Algo perdido en el camino y,
Sin embargo,
No puede volver atrás.
Pinta fotografías en su mente
Recuerda historias de cajón
Lleva en su abrigo más de doscientos nombres
Y otros treinta y cuatro en el pantalón
Esconde su cabello emblanquecido
Bajo un gorro de gamuza azul
Pero no puede esconder sus años,
Que en el fondo de sus ojos
Oscilan el último adiós
Quizás ahora
Sus manos estén preparadas para trepar
Con tantas arrugas y asperezas
Los árboles no se le resbalarán más.
En lo alto de sus copas
Imagina una siesta
Sin reloj
No hay apuro para despertar.
El embarra las ilusiones con su sed
Se origina para si mismo
Un infinito nebuloso
Que ni el sol puede esclarecer
Porque si de incierto se habla
Así, su camino es.
El busca algo perdido
Después de tanto andar
Algo perdido en el camino y,
Sin embargo,
No puede volver atrás.
Pinta fotografías en su mente
Recuerda historias de cajón
Lleva en su abrigo más de doscientos nombres
Y otros treinta y cuatro en el pantalón
Esconde su cabello emblanquecido
Bajo un gorro de gamuza azul
Pero no puede esconder sus años,
Que en el fondo de sus ojos
Oscilan el último adiós
Quizás ahora
Sus manos estén preparadas para trepar
Con tantas arrugas y asperezas
Los árboles no se le resbalarán más.
En lo alto de sus copas
Imagina una siesta
Sin reloj
No hay apuro para despertar.
jueves, 14 de enero de 2010
"Mujeres"
Primera parte de la presentación del libro "Mujeres" en realización con Camila Zambaglione (14 años)
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