miércoles, 9 de junio de 2010

Los que fuimos a morir te saludan

Alguna vez me encontré en la cima de uno de los reinados más extensos de este mundo, el de la gran cordillera que se pierde al sur y posee los cuatro climas. Eran otros tiempos. Clavé mi fal e incrusté mis balas en más de mil cuerpos defendiendo mi puesto y a mis hombres. Mi ego se bañaba en la sangre del enemigo, mi codicia se alimentaba de la fortuna de los otros hasta hacer de ellos pobres mendigos. Sentí la gloria al ver los rostros de quienes nos temían y admiraban a la vez. Tuve maestros que me enseñaron, más que a sobrevivir, a pelear por honor. De a poco formé parte una alianza de increíbles caballeros de distintas virtudes que me fueron fieles hasta el último momento, cuando sus gargantas ya no desterraron la desesperanza del último campo de batalla con su grito de guerra. Mi mayor sentimiento de gratitud por haber peleado codo a codo con ellos. Estuvimos tan cerca de ser los mejores, invencibles, inolvidables, dueños de lo que siempre fue nuestro; pero muchos cayeron en las tinieblas y aunque por mi sus nombres no serán olvidados, no pude seguir adelante solo. Fui capturado por negligentes ignorantes mientras peleaba sin sentido dentro de un circo de ilusión donde la mentira era que estábamos ganando esa guerra.
Incliné mi orgullo al vacío luego de que mi pierna derecha se desprendió de mi cuerpo al explotar una mina cerca mío. Soporté la humillación de mis propios jefes, tuve frío y miedo. En un helicóptero de hombres con caras largas y angustiadas, vi que la libertad se desvanecía en todo mi plano visual de azules puros y celestes calmos. El océano, tan inmenso e imponente me llevó a la realidad; tan inmenso como ellos y su poder, su jerarquía en este mundo. Ya no podría volver a ser invencible, temido por los otros, rodearme de leales compañeros para defender un inmenso y poderoso reino, todo estaba perdido, Malvinas solo fue un sueño. Aquí estoy, nuevamente, en otro lugar, en otro tiempo…. Luego de haberme agachado en penumbras con la mirada puesta en el piso ensangrentado donde yacían mis sueños y mis compañeros hasta que vinieron a buscarme. Como puedo, sigo en pie.

3 comentarios:

Sr. Olvido dijo...

Guerra?,Honor?...la muerte sigue siendo la que dicta los pasos en la última morada...si algo hay de ti en eso...y aún sigues el pie...escucha el bals y baila como loca y/o loco...mira la luna y siente lo que es el puro compaz de la soledad y la muerte...me gusto.buena esa.

Aldana dijo...

Que tan lejos estan la muerte y a soledad, una de otra..?

Fabian dijo...

si seguis asi vas a terminar tomandote un frasco de pastillas, pensa en cosas más positivas.

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