Hola, tanto tiempo… Ya era hora de que vinieras a rescatarme, de que vuelvas a apoderarte de mí. La condición que me aflige es fuerte, cada día se nota un poco más y no puedo acostumbrarme al ritmo que necesitan mis responsabilidades. Vamos, te dejo que hagas lo tuyo. Lávame la consciencia para así dejar de oír a las palabras replicando, sulfuras intenciones de destrucción e ira, mapas e ideas de artefactos del futuro o de ciudades que aún no pueden existir, que no voy a recorrer hoy. Llévame lejos de toda insolencia que postula una superioridad voluble, extinguible. Permíteme un vuelo lo suficientemente alto para sacudir todo aquello que no me sirve y dejar que se quede congelado en el espacio, esperando a que regrese por ello. Es el momento de disimular todas las imperfecciones a través de lo que antes llamábamos locura, o quizás esté hablando demasiado.
Lo que nunca crei decir es que nunca estuviste tan cerca, en la última década, y te la lloré a montones y en pequeños instantes mudos. Hoy te siento así, cerca, casi estoy diciendo que te puedo ver. Por eso te hablo, estoy segura de que me estas escuchando. Te necesito, te deseo, te solicito. Salí a buscarte y no me voy a rendir, extraño tu ritmo sobre el papel, tu introspección, tu delgadez. Extraño cuando te reías en el fondo, solo para unos pocos. Hoy necesito de eso. Todo está quedando bastante mal, el mundo se destruye. Necesito que atraigas todas las miradas y luego hacerte explotar. Hagámoslo por un mundo mejor porque hoy, más que nunca, nos importa el futuro.