Insondable


Una vez sentí que estaba por caer de una montaña. Arriba la brisa era tan fresca, tan dulce, la sensación de libertad más grande que tuve y también, la más absurda. Porque ahí nomás, al borde, estaba lo desconocido y ese miedo insondable por sobre todas las cosas a quivocarme. Junto a mi yacía un chico enamorado, adulandome y poniendo su amor por mi sobre todo. Fantasemos casarnos ese año, hacia dos o tres meses nomás que estabamos juntos. El tiempo se decantaba como lluvia contra las ventanas y nunca alcanzabamos a ver el sol. Lo más importante era saber dónde ibamos a vivir y yo me dejaba llevar a caulquier lado. La casa seria antigua, alta, con pisos de madera y molduras por todos lados. El espacio estaría saturado de música, la risa de algun niñe y el ladrido de los perros de todas las razas que siempre quisimos tener: bulldog ingles, sabueso de san Huberto, scotish terrier, jack rusell, border collie, chow chow, rotwailer, golden retriever, mastín napólitano y basset hound. Las habitaciónes estarían bien separadas para tener siempre nuestra intimidad y la mesa del comedor tenia que ser bien grande para poder albergar a todos nuestros amigos. Los sueños nunca pueden verse mal...
Pero finalmente no lo hicimos y nunca más senti la brisa dulce, la libertad absoluta, el amor por todos los rincones de la habitación, solo ese miedo incontrolable de estar equivocandome siempre a cada respiro.

1 comentario:

Jorge Curinao dijo...

Qué hermoso poder acompañar este día ventoso con tus textos. Qué lindo es leerte.