El relámpago

Las carcajadas devoraban el aire enviciado y repleto de humo. La tenueidad las volvía tan macabras como el ambiente, mientras destilaban alcohol por cada rincón del bar. Los porrones de cerveza chocaban bastante entre si, celebrando las hazañas realizadas por unos jóvenes británicos.
Hablaban de como habían asesinado campesinos y se habían apropiado de sus mujeres solo para impartir miedo y generar respeto en sus tierras. Creían ser tan dominantes y se enorgullecían de la cantidad de esposas e hijas que habían violado, derrochando su dinero como agua en la barra.
Una de las gordas dueñas de la taberna celebraba con ellos desnudando sus pechos para que los "ganadores" puedieran observarlos mientras les llenaba las copas. No faltaba demasiado para que los elogiados subieran por sexo a los cuartos para culminar su jornada bien satisfechos. No importaba si tenían mujeres esperandolos en sus casas o niños sufriendo pesadillas de madrugada.
De pronto, el crujir de la gruesa puerta de madera se robó todas las miradas. Un hombre alto y fornido, de aspecto desalineado pero con buenas ropas y mirada seria, entro al bar. Se sentó cerca de la barra, clavó sus ojos en la mesa e hizo un ademán con la mano para que le sirvieran cerveza. Los jovenes se habían detenido a observarlo en silencio, espectantes, intrigados por su prescencia hasta que uno de ellos dijo que el recién lllegado era otro propietario pero nuevo que venía del sur de Gran Bretaña a extender sus dominios. Solo ahí se aflojaron e intentaron invitarle el trago pero el hombre se negó pagando inmediatamente su bebida. Charles Crow, uno de los más osados e intrépidos burgueses, dueño de muchas hectáreas, no reparó en esto con más de un insulto dicho entre sus compañeros y siguió bebiendo y contando sus hazañas. El sureño se mantuvo absorto en su copa, silencioso y atento, escuchando cada risa y cada palabra.
Al poco tiempo ya estaban todos desparramados entre las mesas y la barra, de tan ebrios no podían ni mantenerse sentados. Solo el último en llegar se mantenía contra la silla, derecho. Charles estaba tan borracho que repetía las mismas anécdotas una y otra vez, agregandoles nuevos detalles a medida que las repetía. Entonces, comenzó a decir: esa zorra sabía tanto que hasta le enseñaba a leer a una de las pequeñas rameras de la aldea. Y se ve que fue una buena alumna porque entre las dos me la chuparon bastan.. Antes de que Crow terminara la frase, el sureño se le había abalanzado encima, empujando al suelo a sus compañeros, partiendo una botella por la mitad con un golpe y posándola sobre su cuello. A pesar de su ebreidad, Charles era consciente de que su vida estaba en manos de ese hombre y que ninguno de sus borrachos amigos podía ayudarlo. Entonces su raptor, apretando los dientes y su brazo izquierdo alrrededor de su garganta, le dijo:
-¿Alguna vez sentíste un relámpago?- Charles suplicaba por su vida, sin entender la pregunta. El hombre apretó aún más su brazo mientras lo tiraba y acorralaba en el piso. Nadie movia un solo dedo para ayduarlo, ni sus comapañeros, ni la dueña del bar. Todos, espectantes, observaban cada movimiento, como esperando a que lo matara y se vaya del lugar para poder irse a dormir. El sureño volvió a preguntar pero ahora impaciente, levantando la voz y golpeando la cabeza de Charles contra las mesas, paseandolo como a una bolsa.
-¿Sentiste o no un relámpago? Si! Un relámpago, no un trueno: ardiente de luz, ramificandosé por todos los rincones de tu estómago, paralizando de a poco cada labio, cada párpado, cada brazo, cada musculo escépto tus piernas. El rugir del trueno inmediato las hace temblar hasta quebrarte de rodillas, ¿sentiste eso?. ¿Alguna vez caíste de rodillas ante alguien tan poderoso orinando tus pantalones?. ¿Sentiste que eras un alma gritando dentro de un cuerpo inerte que no emite sonido alguno?. Le pasó a mi mujer hoy pero ella cayo de rodillas ante un imbécil enfermo que no merece ni un centimetro de sus posesiones ni el minimo respiro que dé en este podrido mundo. ¿Te divertiste, no? Ella solo visitaba la aldea para enseñarles un oficio a las jovenes, a leer, a valerse por si mismas pero tú, tenias que terminar con sus buenos actos, no? Y solo porque cada persona de esa aldea era mucho mejor que cualquier de vosotros no querías que algun día, sean dueños de los que les pertenece.
-Perdóname, yo no sabía que era tu mujer lo juro
-No importa! No importa si es mi mujer o la de alguien más o de nadie, no tienes derecho a mutilar vidas inocentes y ahora vas a pagar por tus aberrantes cometidos, asesino.
-N no, por favor! Se lo ruego, tenga piedad.
-Ninguna persona que no aprecie la vida de alguién más la merece.
El hombre soltó la botella, le dio varios golpes en la cabeza, pateó su cuerpo agonizante, volvio a tomar la botella y corto su rostro en varias direcciónes. Luego lo arrastró hacia afuera, lo ató a un árbol con unas cuerdas que había guardado seguramente antes de entrar, junto a la puerta, lo empapó con alcohol y lo prendió fuego.
Recién en ese momento los compañeros de Charles y la gorda de la taberna corrieron a apagar las llamas pero ya era demasiado tarde. El sureño tomó su caballo y se alejó del lugar. Nunca más supieron de él

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